viernes, octubre 11

Punto Positivo

A que sí puedes comer sólo una


¿Recuerdas esa frase del comercial de papas fritas: “A que no puedes comer sólo una”? Todos hemos comprobado que basta probar una, para entrar en una especie de trance impulsivo e inconsciente que nos lleva a ver el fondo de la bolsa en menos de cinco minutos. Lo mismo sucede con las galletas, los refrescos, las donas o las palomitas: terminas comiendo o tomando mucho más de lo planeado aún sin tener hambre o sed.

Y claro, el auto reclamo y el remordimiento por la escasa fuerza de voluntad llegan en tres momentos: a) junto con la sensación de pesadez en el estómago, b) al pararnos sobre la báscula, c) o al ver el reporte del laboratorio que nos indica índices elevados en niveles que quisiéramos mantener bajos.

¿Y qué pasó con la fuerza de voluntad? Pues te platico, que no es del todo un asunto de voluntad, sino de mecanismos biológicos específicos que nos llevan a conductas adictivas, y funcionan de la misma manera en los adictos a la heroína o al alcohol. Nadie elige ser adicto a los productos procesados con grandes cantidades de azúcar, grasa o sal combinadas de tal manera que llegan a ser tan poderosos como cualquier droga. ¿Por qué estos trances frenéticos de consumo no sucederán al comer brócoli, zanahorias o manzanas?

De acuerdo con el doctor Mark Hyman, en su libro The Blood Sugar Solution, estas conductas surgen de centros primitivos de recompensas neuroquímicas en el cerebro que interfieren con la fuerza de voluntad y, en el caso de la adicción a alimentos, ahogan las señales normales que controlan el hambre.

Es por lo anterior que le cuesta tanto trabajo a las personas obesas bajar de peso, a pesar del estigma social y las repercusiones en la salud, con padecimientos como presión alta, diabetes, enfermedades de corazón, artritis e incluso cáncer. Su manera de comer no obedece a que quieran estar gordas o no les importe; se debe a que están biológicamente enganchadas a desear estos productos y los consumen tanto como les es posible.

Si bien hay personas genéticamente predispuestas a desarrollar dichas conductas, también podemos volver –o ya hemos vuelto– adictos a los niños, creándoles grandes problemas de salud a través de los hábitos de consumo.

Aquí algunos descubrimientos científicos que confirman lo expuesto.

1. El azúcar estimula los centros de placer y recompensa a través de neurotransmisores de dopamina, exactamente de la misma manera que cualquier droga adictiva.

2. Imágenes del cerebro muestran que productos con alto contenido de azúcar y grasas trabajan en el cerebro igual que la heroína, el opio o la morfina.

3. Imágenes del cerebro muestran que la gente obesa y los adictos a las drogas tienen menos receptores de dopamina, lo que la hace más susceptible a desear cosas que eleven la dopamina.

4. La gente desarrolla una tolerancia al azúcar, que la hace necesitar más y más para satisfacerse; esto también sucede con el alcohol.

5. Las personas y los animales experimentan “síntomas de supresión” cuando se les limita el azúcar, igual que un adicto en proceso de desintoxicación.

6. Las calorías líquidas de los refrescos son las más adictivas.

7. Cada refresco que un niño consume, incrementa 60 por ciento su riesgo de ser obeso.

¿Por qué correr tantos riesgos? ¡Tan ricas y sanas que son las frutas, las verduras y el agua! Además, puedes consumirlas con libertad y sin remordimiento alguno. Te invito a aprender y enseñar hábitos de alimentación que nos permitan estar saludables.

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