lunes, agosto 4

Sueños para llevar

Piel amarga.
Caemos en ese viaje de autodestrucción cuando tenemos culpas, o nos queremos muy poco. Auto castigo, ahí vivo yo. Conozco muchas historias, muchos dolores, y todos piensan que no hay herida más grande que la suya. Afortunados somos todos de sufrir un sólo dolor; el nuestro. ¿Qué sería de alguien que cargara los pesares de toda una humanidad?
Y aquí estoy yo, sufriendo por amor, por desencanto, por culpa. Terrible culpa.
Mi nombre no importa, lo que importa es mi dolor. Como a muchos nos ha sucedido, el hombre de mi vida se marchó y desde entonces, ya no sé amar. Lo olvidé, prometí estar con él y le fallé porque se fue, porque no está.
No sé qué hago ahí, en una cama distinta cada noche, sin un hogar, permitiendo ser objeto de todos, complacerles con los ojos cerrados, fingir que me gusta, fingir que creo que un momento así me hará feliz.
Pero no. Sólo termino sintiéndome más vacío, más culpable. Me dicen que quizás busco el amor en brazos equivocados, pero en realidad sólo lo estoy buscando a él en otras personas. Y todo carece de sabor, de sensaciones, de belleza.
Y me pregunto si son sus pieles las que son tan amargas, o es la mía cuyo aroma y sabor se han percudido.


Lo peor, es que ya no puedo buscarlo, ni escucharlo. Me dejó, a mí y a este mundo ese día que volvimos de la playa, después de jurarnos sonrisas eternas. Iba manejando yo, la culpa fue mía, yo sobreviví y él murió.¿Por qué no ardí en llamas junto a él? ¿Será el fuego de esa noche y las cenizas de su cuerpo, que me han dejado la piel amarga?

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