viernes, agosto 8

Sueños para llevar

Síndrome de Estocolmo

Pensé que ya nunca volvería a escribir sobre y para ti, pero hoy vino una de esas noches de las que ya te conté alguna vez y no lo pude evitar. Hoy quiero platicarte cómo me enamoré de ti.

Me enamoré de ti de la misma forma que pasan las cosas que no tienen sentido. Detrás de la necesidad de estar contigo, o con cualquiera, había una soledad amarga y un frío que quemaba todo. Y mientras el caos que era mi vida de soltero me empujaba a seguir un camino cuesta abajo, apareciste tú con una sonrisa predestinada a convertirse en mi guía hacia tu cama.

Nunca he creído en la magia, pero puedo apostar todo lo que tengo a que el tiempo se detenía cuando me veías con esos ojos cafés. “No es que no te ponga atención, es que me perdí escuchando el sonido de tu voz”, recuerdo que te dije alguna vez. Eras la música que tanto buscaba para que ambientara mi vida. Sabía muy bien dónde me estaba metiendo, sabía lo peligroso de enamorarse; lo que ignoraba era hasta qué punto deseaba no encontrar nunca la salida.

Y creo que contigo sufro de El Síndrome de Estocolmo. Un día dejamos de abrazarnos, pero nunca dejé de imaginarme rodeado por tus brazos. Me prohibiste probar de nuevo tus labios, pero con haberlos besado sólo una vez era fácil darse cuenta que todos los demás jamás estarían a su altura. Debí haberte idealizado menos pero se me olvidó voltear a ver mis cicatrices viejas. Aunque nada de eso me importaba en aquellos momentos, yo sólo quería querer y ser querido, y sé que así fue por un tiempo.

Ya no le busco razones a mi tristeza, por eso te sigo buscando intentando justificar porqué ésta no se termina marchando. Pero siempre la conclusión es la misma. Soy yo y mi estúpida manía de saltar a las vías del tren, con la esperanza de que me salve alguien. Pero nunca llega nadie, ni tú. He muerto ya varias veces con cada tren que ha pasado encima y sigo sin aprender.

Pero voy a estar bien, mi amor. Sé que puedo hacerlo bien. Tengo aguante para muchos trenes más. Sé que puedo no volverme a obsesionar con la nada. Sé que ahora puedo terminar las historias antes de empezarlas. Pero ahora, la cuestión es si quiero hacerlo contigo, si quiero volver a repetir todo de nuevo o si quiero arriesgar nuestro tiempo y mi salud intentándolo pero de forma diferente.

Estoy seguro que ya sabes la respuesta. Sólo tienes que recordar cómo te miraban mis ojos la última vez que nos tomamos de la mano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario