lunes, noviembre 21

Batiscafo


El revolucionario Buen fin


Tantas mentes que se han roto la cabeza a lo largo de los siglos por encontrar la manera de viajar en el tiempo, hombre y mujeres que han colgado los tenis por recorrer la línea del tiempo al revés. Y en México, es tan fácil aventarte un clavado en el pasado. Es tan fácil echarle un ojo al país de hace cien años, porque hay similitudes escalofriantes entre los dos escenarios, el del México de principios de siglo XX y el del México actual, que hasta parecen un pasaje de la célebre novela de Ciencia Ficción de H.G Wells, La Máquina del tiempo.


Un país controlado por unas cuantas familias dedicadas a la explotación del trabajador mexicano. Una clase política que se planta en el poder, como revendedor afuera de un estadio de fútbol, esperando al corrupto que más pague por el “boleto” que le permita mamar del suelo mexicano.

Los campesinos extraídos de sus lugares de origen para trabajar otras tierras, un campo colapsado. Indígenas alejados e ignorados. Y como si no fuera suficiente para campesinos e indígenas lidiar con el hambre, la pobreza, las enfermedades y la discriminación, ahora se enfrentan al narcotráfico, se debaten entre el miedo de morir de hambre o de trabajar para el nuevo poder.

Porfirio Díaz usó como pretexto una posible invasión norteamericana, el gobierno Panista usa la guerra contra el narcotráfico, y el país, sigue igual que hace cien años, militarizado. Una vez más el Estado sigue ocultando su poder represivo con el disfraz verde de las misiones generales del ejército.

Pero no nos podemos quejar, tuvimos un buen fin de semana, uno revolucionario, en el que la gente tomo las calles… para ir a gastar sus aguinaldos adelantados o embarcarse con las tarjetas de crédito, para hacer de la cuesta de enero, un ejercicio para alpinistas, de lo empinada que va a ser.

Un buen fin de semana lo imaginaba de otra manera, en familia, jugando con nuestros obesos infantes que desconocen el funcionamiento de una bicicleta, platicando con nuestros olvidados ancianos y haciendo la tarea de la primaria, al fin y al cabo la educación es la revolución de nuestra generación, y nos corresponde a nosotros saber responder algo más que “Una estación del metro”, cuando nuestros hijos nos pregunten por Ricardo Flores Magón.

Gavroche

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