lunes, octubre 15

Sueños para llevar


Suelta un globo.

    Sigo teniendo las mismas alas que cuando era niño, solo que ahora me las rompen muchísimo más fácil. Antes se quebraban al no colocar el balón dentro de la portería o al no conseguir aquél juguete del cual todos hablaban; y claro también, se me rompían las alas de cartón que la maestra Anita me colocaba para simular que yo era un gran avión.  Ahora las alas las dejo en unas caderas o en unas cuantas copas vacías, en cigarrillos y juntas de trabajo.
Los jueves me gusta ir al parque más cercano de mi colonia, sentarme dónde no me dé el sol, abrir un Yoshimoto y ponerme a pensar. Pero más que pensar, lo que hago realmente es observar cómo pasé de ser aquél Angelito a este Angel.
Suelta un globo¿Cuántos globos me habrán perdido a mí? ¿Cuántas casas de árbol estarán esperando comerse un helado conmigo?
Se tiene que crecer, se tiene que madurar, nos tenemos que golpear, pero nunca dejar de ser niños.
A veces comprar un globo y soltarlo al cielo, es también soltar lo negativo que cargamos día con día. A veces sonreírle a Don Pedro al entregarme mis dulces, también es hacerle el día. A veces ser niño, vivir al día, dejar de preocuparse por un amor que no llegó o  que nunca regresó, es también salvarse.
Suelo mirarme al espejo y buscar de vez en cuando a Angelito; a veces me sonríe, a veces no, pero sé que está ahí.
Un día fui un niño y jamás dejé de serlo. Un día disfrutaba de personajes animados y lo sigo haciendo, solo que algunos están en mi trabajo, en mis redes sociales, incluso en estas letras.

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