Suelta un globo.
Los jueves me gusta ir al parque más cercano de mi colonia, sentarme dónde no me dé el sol, abrir un Yoshimoto y ponerme a pensar. Pero más que pensar, lo que hago realmente es observar cómo pasé de ser aquél Angelito a este Angel.
¿Cuántos globos me habrán perdido a mí? ¿Cuántas casas de árbol estarán esperando comerse un helado conmigo?
Se tiene que crecer, se tiene que madurar, nos tenemos que golpear, pero nunca dejar de ser niños.
A veces comprar un globo y soltarlo al cielo, es también soltar lo negativo que cargamos día con día. A veces sonreírle a Don Pedro al entregarme mis dulces, también es hacerle el día. A veces ser niño, vivir al día, dejar de preocuparse por un amor que no llegó o que nunca regresó, es también salvarse.
Suelo mirarme al espejo y buscar de vez en cuando a Angelito; a veces me sonríe, a veces no, pero sé que está ahí.
Un día fui un niño y jamás dejé de serlo. Un día disfrutaba de personajes animados y lo sigo haciendo, solo que algunos están en mi trabajo, en mis redes sociales, incluso en estas letras.
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