viernes, junio 24

PuntO pOsitivO



Imbecilidad transitoria

Decía Antifanes el comediógrafo griego que hay 2 cosas que el hombre no puede ocultar, estar borracho y estar enamorado.

Escucho a una joven decirle a una amiga lo siguiente::

-Wey no mames estoy embarazada, en realidad no me arrepiento, bueno hay momentos en los que todavía no logro asimilar lo que me sucedió, se que ya no soy una niña como para que esto me haya pasado, además también sé que hay muchos métodos anticonceptivos pero pss no los usé y no sé ni ¿Por qué?

Lo que esta joven cuenta que le sucedió y ella nos explica es exactamente lo que el filosofo José Ortega y Gasset describe como una etapa de enajenación que confundimos con enamoramiento y con qué razón él llama “imbecilidad transitoria” una especie de transe tan maravilloso como peligroso. Los afortunados que la hemos padecido en una o varias ocasiones al inicio de una relación pasional, sabemos que la razón no participa en esa irrealidad, la conciencia se perturba y tanto la inteligencia como la voluntad desaparecen.


Todo nuestro cuerpo entra en una especie de ebullición que nos llena de vida, energía y de sueños, la química del cerebro se altera se electrifica como si estuviéramos en un viaje similar al de una droga, es así como vemos cualidades casi heroicas y extraterrestres en el otro, cuando los demás se preguntan ¿pero qué le ve? O ¿Qué no ve?



Helen Fisher la famosa antropóloga estadounidense explica que el enamoramiento crea una adicción similar al que experimenta cualquier adicto a un narcótico la persona es capaz de pasar por cualquier situación, no importa si afecta su salud o incluso si es físicamente peligrosa.


Una vez que te enamoras no importa nada ni el trabajo ni la comida ni otras relaciones ni dormir, afortunado o desafortunadamente según los expertos este estado de ebriedad no se puede mantener bioquímicamente por mucho tiempo, por lo que cuando pasa esa imbecilidad podemos valorar si el sentimiento maduró y se transformó en un verdadero amor o chocamos contra la pared y de nuestra linda boca sale ¿pero qué estaba pensando?

El tema es que si durante esta enajenación tomamos una decisión existencial definitoria sea cual sea nuestra edad y nos dejamos llevar por promesas, podemos echar nuestra vida por la borda, lo malo es que no hay antídoto que frene dicho cambio o transe una vez que entramos en el. Solo la rutina y el correr del tiempo logran que los síntomas se desvanezcan y descubramos que aceptamos y amamos al otro tal y como es, o bien que el príncipe o princesa no es más que una calabaza.

Cuantas personas conoces que siendo maduros, casadas y con hermosas familias, sin lograr ver el espejismo de la quimera arriesgan su estabilidad emocional, familiar y hasta profesional segadas por la pasión que sienten por “alguien” que en un momento de crisis o de vulnerabilidad emocional o física les ofreció la tierra prometida. Sentirse vivos por unos cuantos instantes, días, semanas o quizá meses tiene un costo muy alto.

Causa un daño con frecuencia irreparable, en esos momentos en el que la imbecilidad transitoria como lo llama Ortega y Gasset nos ataca y nos toma de sorpresa pidamos a nuestra inteligencia que nos deje al menos una pequeña rendija para ver las consecuencias a largo plazo y así poder cuestionarnos aunque sea con un ¿valdrá la pena?

vIDa kUkÚ

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