viernes, abril 13

Punto positivo


Los que la pasan bien, también van al cielo


¿Te ha pasado que de pronto, sin razón alguna y a pesar de todo, por momentos te sientes en paz, tranquilo y contento?

¿Te ha pasado que de pronto, sin razón alguna y a pesar de todo, por momentos te sientes en paz, tranquilo y contento? Quizá tu mirada se engancha en una escena agradable como el reflejo del cielo en los vidrios de un edificio, la luz del sol que atraviesa las hojas del árbol en la calle, escuchas el canto de un pájaro o la risa de un niño. No es que lo pienses –de hecho no estás pensando en nada–, pero te invade esa sensación agradable de bienestar.

Me he dado cuenta de que cuando esto me pasa, es cuando me olvido de mí mismo. Cuando la agenda de mi vida se disuelve y sólo estoy ahí sin tratar de dirigir el torbellino del día. Viene entonces a mi mente la frase de esa famosa película: "la vida es bella."

Un poema escrito por Jon Kabat–Zinn, A taste of Mindfulness describe ese tipo de instantes:
…¿Has tenido la experiencia de detenerte por completo/ de estar en tu cuerpo por completo/ de estar en tu vida por completo/ que lo que sabes y lo que no sabías; lo que ha sido y lo que está por venir/ y la forma en que las cosas están ahora, no contienen la más mínima muestra de ansiedad o discordia/ un momento en el que estás completamente presente, más allá del deseo de escapar o arreglar nada o de sumergir tu cabeza./ Un momento de estar puro, ya no en el tiempo, un momento de ver puro, de sentir puro./ Y ese estar te toma por todos los sentidos, por tus memorias, por todos tus genes, por tus amores y te da la bienvenida a casa…

Pero de pronto despiertas y dices: "¡Cómo me puedo sentir así! si el mundo es un desastre"; basta leer los periódicos, voltear a nuestro alrededor o asomarse a los problemas y angustias de la propia vida. Así que ¿cómo me atrevo a olvidarme de los otros o de lo que se supone debería estar haciendo? Y aparece entonces el fantasma de la culpa.

Nos preocupa el futuro, ser productivos, hacer algo que "valga la pena" y estamos convencidos de que los que se van al cielo son los que se sacrifican y sufren; no los que contemplan, se divierten y la pasan bien.

Estar triste tiene caché

Por otro lado, el mostrarse triste, melancólico o atribulado, si bien es la realidad de muchas personas, parece tener cierto caché, cierto atractivo para muchas otras. ¿Será porque la melancolía está llena de profundidad y significado, y eso nos da cierta identidad? ¿Será porque ser feliz es poco interesante? ¿Aburrido? ¿La gente simpatiza más con nosotros si le contamos nuestros problemas que si le contamos nuestros gozos? ¿Será porque una autobiografía que narra una infancia terrible vende más que la que cuenta una sin problemas y feliz? No lo sé.

Pero alguna vez escuché a alguien decir que sólo quien ha sufrido mucho puede escribir una buena canción, una buena novela o un buen poema. Y debo confesar que al escucharlo me dije: "Pues ya estuvo que, hasta ahora, gracias a Dios, no podré hacer nada de lo anterior y toco madera…" Me imagino que esta predilección por el abatimiento se encuentra en el inconsciente colectivo, herencia de nuestra formación sufrida y religiosa.

El gozo se nos da por instantes, es ligero y no pesa; y sí, no hay mucho que decir sobre él, sólo se siente en el cuerpo y se siente bien. O se transmite en ese suave aroma que deja en el aire una persona que está feliz. Entonces, ¿porqué sentir esa culpa o pena por sentirnos plenos?

Si bien es cierto que el mundo está repleto de cosas tristes y trágicas; también es cierto que buscar esos momentos de paz y gozo no sólo es cuestión de darnos permiso sino que, como decía Borges, es una obligación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario