lunes, abril 16

Sueños para llevar

Mi intención sí fue

Te veo llegar, detenerte, retroceder. Me mandas un beso, me sonríes tan peculiar. Esa sonrisa, esa mirada divertida. El humo de un cigarro que no fumaban nuestras bocas, el ruido de una ciudad que no nos unió jamás.

Te veo caminar hacia la cama, hacia mis muslos, luego no; luego la alfombra, la lámpara rota. El silencio que hace añicos la esperanza de una quizás. El mundo que sigue girando por puro pinche habituarse a lo que debe ser.

Debimos ser, somo lo que gira, o lo que hacer reír, o lo que se ama. Debimos abrazarnos esa noche hasta que no pudiéramos concebir una vida sin el aroma de la extenuación y el alivio en el cuerpo roto.

Estarías aquí, sabiéndome de pies a inconsciencia, haciendo preguntas que nadie se había molestado en formular, mientras dibujo promesas en tu espalda; besándome sólo porque afuera está lloviendo, o porque mis labios hoy son de un rojo muy común, o porque mi lengua siempre te enreda las decisiones que estás por tomas y por eso te quedas. Otro ratito, mi amor. Un motivo más y te dejo partir.

Pero eventualmente, lo que gira se detiene, lo que hace reír nos impide respirar y lo que se ama termina siendo un adiós, no por ahora; corre, corre lejos.

Y uno se queda parado con el sentir ene le pecho, los ojos secos y las noches que no sucedieron detrás del ombligo, donde nadie, ni uno mismo, las pueda volver a tocar.

La cabeza no me da mil vueltas, sólo se ladea hacía mi incredulidad para comprobar que en lo horizontal también parece que te alejas. Y yo sigo sin saber qué quieres. Solo sé que no soy yo.


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