lunes, abril 25

Batiscafo

Mi ciudad es…rehilete que engaña la vista al girar

Siempre he pensado que a la Ciudad de México le hace falta gente que la quiera, que sea más que un parásito, que come, bebe y duerme en la ciudad. El Distrito Federal requiere de personas que la disfrutemos, que le demos su manita de gato, que la apapachemos y la cuidemos como cuidamos de nuestra madre (aunque muchos capitalinos no tienen madre).

Pues esta fue una buena semana para reconciliarnos con nuestra ciudad, gozar sus calles vacías, poder encontrar asiento en el metro y ver el piso enlodado de los vagones, que hacía años que no lograbas ver entre tantos pies.

Semana Santa le regresa la esperanza a la ciudad y a los chilangos, que no importa las 182 toneladas de caca anual que dejan nuestros adorados perritos, ni los cortes de agua - a pesar de los cuales, hubo unos cuantos deficientes neuronales que se mojaron el sábado de gloria- ni el tránsito insoportable, aún es ¡Tenochtitlan! un lugar digno y de los más hermosos del mundo para vivir, a la cual, igual que al duvalin, no la cambio por nada.

Y ya que toqué el tema del metro, es merecedor de un aplauso el esfuerzo que ponen los vendedores a su trabajo, desde las 6 de la mañana cargando sus mochilas con bocinas, ofreciendo el super reventón 2011, hasta las 12 de la noche, ni vacaciones se tomaron. Que poco apoyamos los usuarios del metro a estas personas, que poco las comprendemos, por eso en su ayuda deberían de retirar todos los asientos de los vagones y en su lugar poner locales para comodidad de los vendedores. Acondicionar dos vagones con locales de comida, otros dos con música y dos con videos, dos más con productos milagrosos y el último con artículos sin clasificar. De esta manera no molestamos a los vendedores, ya no harán corajes por que no pasan en los estrechos pasillos del metro y la gente caminará de un vagón a otro en busca de lo que necesita, como plaza comercial andante, sería un concepto que sí nos pondría en vanguardia.

Hay que querer a nuestra ciudad acuérdense que… “es un sol con penacho y sarape veteado”.

Gavroche

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