viernes, junio 22

Punto positivo

Ninguno me convence

“Venimos a este mundo a elegir”, decía Jean Paul Sartre. A cada minuto, a través de lo que escogemos, perfilamos nuestra salud, nuestro trabajo, nuestras relaciones, nuestra calidad de vida, nuestro futuro y ahora, también, el futuro de México.

De hecho, lo anterior lo hacemos sin darnos cuenta, con cada decisión que tomamos por mínima que sea. Elegimos a partir del momento en que inicia nuestro día, hasta que nos acostamos.

Algunas de las opciones que tenemos para escoger son del orden del “hacer”, por ejemplo, ¿hago ejercicio o no?, ¿qué desayuno?, ¿voy a la junta o no voy a la junta?, en fin; mientras otras son del orden del “ser”. Estas últimas son más sutiles y profundas, porque definen cómo experimentamos la vida: elijo amar o no amar; elijo una visión positiva o pesimista de la vida, elijo involucrarme en el futuro de mi país o me hago de oídos sordos y permito que otros decidan por mí.

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Lo cierto es que no podemos vivir sin elegir. Aun al no elegir, hacemos una elección. Como dice Sartre, no hay forma de no ser responsable de uno mismo y del mundo en el que se habita. Lo importante es darnos cuenta de que siempre escogemos.

En cuanto a nuestro deber ciudadano, en estas fechas es muy común escuchar: “¿Para qué votar si ninguno me convence?”. La realidad es que la comodidad que nos brinda la apatía y cruzarnos de brazos nos ha hecho un gran daño como sociedad.

En lo cotidiano, por ejemplo nos quejamos del chofer del micro que se estaciona en donde le da la gana, pero, ¿acaso no todos actuamos en determinados momentos como choferes de micro? La responsabilidad es de todos.

Maquiavelo decía que echarle la culpa al otro y no ver los errores propios es el punto de partida hacia la mediocridad. Cuando esa actitud la trasladamos a nuestra casa, con nuestra gente, hacemos una sociedad mediocre. Basta escuchar una sobremesa para darnos cuenta de que somos la cultura de la queja; por más bien que nos vaya, nuestra atención está en lo negativo, sin percatarnos de que de esta manera, gota a gota, les quitamos a los hijos el orgullo de ser mexicanos.

Comprender que la responsabilidad es opuesta a la queja y tener la habilidad para monitorearnos es una de las claves más importantes para entender que este mundo, de muchas maneras, es el resultado de cómo hemos querido que sea; pero también es la clave para transformarlo.

En esta etapa final de las campañas electorales entramos en lo que podríamos llamar la “operación seducción”. En ella se utilizan todo tipo de recursos, promesas, spots, saludos de mano, debates, movimientos, marchas, sonrisas, giras, retórica, golpes bajos, descalificaciones y demás. Es claro que los candidatos vienen a venderse y a vender una imagen; sin embargo, hay que tener en cuenta que no vivimos en un sistema educativo, sino publicitario. Por eso, evitemos aceptar como verdad absoluta lo que nos dice la televisión.

545188_4193008713593_1725448952_n_largeDecía Maquiavelo que en política nada es casualidad y que para gobernar, hay que seducir, saber convencer. Pero ¿qué se necesita para seducir? Se necesitan dos cosas: la palabra y la mentira. Sabemos que las palabras son armas blancas y poderosas que pueden elevar el ánimo, conmover o mover al enojo de las masas sin referirse a nada real o verídico. Así que venzamos la apatía de informarnos y de ir un poco más a fondo.

Seamos conscientes de que escuchar en voz de los candidatos los escenarios idílicos que la mayoría de nosotros ya no compramos, puede ocasionar que bajemos la guardia o que seamos totalmente indiferentes.

Te invito, a informarnos para ejercer nuestro derecho a elegir en manos de quién dejaremos el futuro de México. No votar nos llevaría a confirmar el dicho de: Estás como estás porque así lo has querido..

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