viernes, mayo 11

Punto positivo


Cómo hacer feliz a alguien en 10 minutos

Diez minutos bastaron para recibir una gran lección de lo que es vivir la vida con pasión, entrega y entusiasmo a pesar de las circunstancias, me contó una amiga su experiencia y se las comparto.

El coche se detuvo frente a nosotros al salir de cenar de un pequeño restaurante en la antigua ciudad de Florencia.

Los globos multicolores y los dibujos de niños plasmados sobre toda la carrocería del auto blanco, me hicieron pensar que se trataba del festejo de cumpleaños de un niño. Pero la hora no cuadraba. Al volante se encontraba una señora joven, rubia, guapa, que llevaba un sombrero muy teatral adornado con cintas y flores, una capa en los hombros y las manos enguantadas en satín rosa. En ese momento ella recibió el pago de sus pasajeros, quienes le agradecieron efusivamente al descender. “En verdad recomiendo este taxi”, exclamó la pareja que bajó del automóvil.

Sorprendida le pregunté si estaba libre. Con una hermosa sonrisa nos contestó: “Claro, señores, por favor suban”, mientras las burbujas de jabón salían por la ventana. ¡Qué experiencia! Entrar a la pequeña camioneta llamada “Milano 25” fue como entrar en un jardín, en un sueño –y no exagero. Todos los detalles estaban cuidados a la perfección. Lo primero que llamó mi atención fue el aroma fresco y delicado como el de la loción de bebé. 

Con la decoración, el taxi parecía más bien la recámara de un niño muy querido. Los interiores forrados en plástico naranja, verde y amarillo eran el entorno perfecto para una treintena de muñecos y flores de tela que tapizaban el techo, el tablero, las viseras y puertas. Al sentarnos escuchamos sonidos tipo “oinc”, “muuu”, “pío pío”; mi marido y yo nos volteamos a ver con cara de “¿es broma?, ¿qué es esto?, ¿qué onda con esta señora?”. Habíamos aplastado animales de plástico escondidos intencionalmente en el asiento para provocar nuestras sonrisas, lo cual así sucedió.

Por las bocinas se escuchaban los cantos de un coro de niños, el mismo que se podía ver en las dos pequeñas pantallas del taxi. Sobre el tablero había un letrero en rosa que decía: “Una sonrisa logra que las cosas sucedan”. ¡Era verdaderamente increíble! Mas ahí no acabaron las sorpresas. Colgando de los respaldos delanteros había varias fotos amplificadas y enmicadas de ella con una nariz roja y varios niños con cáncer. 

De inmediato entablamos conversación y comenzamos a sentirnos muy a gusto y sorprendidos. "Mi esposo era dueño de este taxi y murió muy joven de cáncer. No tuvimos hijos”, nos dijo con la sonrisa de quien ha vivido el dolor y ha decidido transformarlo en alegría. “Así que decidí continuar con su trabajo y ayudar al hospital de niños con cáncer. Los transporto gratis a donde quieren. Incluso hemos hecho muchos viajes”.

“¡Qué manera de hacer agradable su trabajo y la vida de los demás!”, pensé. Después del breve trayecto, mi esposo y yo nos bajamos con la boca abierta y felices. Por supuesto, con todo el gusto del mundo Pablo le dejó una muy buena propina.

Cuando llegamos al hotel, todavía azorada, me metí a su página web (www.milano25onlus.org) y vi una entrevista que le hizo la televisión italiana. Le preguntan, por ejemplo, cómo se define a sí misma. “Como un ser humano cercano a Dios; un ser humano al servicio del otro”, responde “la tía Cate”, como la conoce la gente en Florencia. “El taxi me da la oportunidad de acercarme a la gente, de escucharla, de estar cerca de la vida”. 

Haberla conocido me enseñó que ser feliz es algo muy importante como para dejarlo al azar, es una decisión de vida que se forma día con día. Aprendí que aquello de “en ti está el cielo o el infierno”, es cierto. Y que a eso venimos a este mundo: a ser felices y a hacer felices a los demás. Necesitamos de maestros como la tía Cate que nos lo recuerden.

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